En algún lugar de Alemania , vivía Gerard, un joven de 13 años, su casa era antigua, la cual guardaba muchos misterios y acertijos dentro de ella.
Gerard sabia que no podía entrar al ático, su padre se lo tenia prohibido, sea cual sea la causa, el sentía la necesidad de entrar, pero no quería infringir las reglas de su padre, así que, espero hasta la fecha en que su padre tuviera que salir por alguna cuestión de trabajo.
Para entrar en el ático, tenia que jalar una pequeña cadena, para que unas escaleras herméticas cayeran y poder subir, la madera de aquel lugar estaba cubierta por polvo, abundaban las telarañas, y rechinaba el piso con cada paso que Gerard diera, el no tenia miedo, pues estaba dentro de su casa, solo que aquel lugar, se le hacia muy extraño, pensaba en aquellas cosas tan viejas en su entorno, que algo de nuevo le darían vida.
Empezó a hojear libros, los cuales eran ya del siglo pasado, algunas maletas ya rotas, que contenían prendas muy extravagantes. Hasta que llego su mirada a un baúl, el cual estaba en un rincón, se acerco a el, trató de abrirlo, pero no era fácil, intentó con mas fuerza, hasta que por fin cedió , contenía un libro no muy pesado, se apreciaba un volumen ya traspasado por los años, pero aun podía leerse, sin ningún problema, la tinta seguía bien impresa en sus paginas.
Gerard inspeccionó el libro, observaba cada una de sus hojas con curiosidad infinita, hasta que, por las ultimas paginas, se encontró con un hombrecillo bosquejado a lápiz, el cual con mucha educacion le saludò :
- hola !
- me llamo Gerard, mucho gusto de conocerlo, usted que es ?
- Soy un dibujo, un bosquejo olvidado. Me dibujaron hace mucho tiempo, fui creación de un momento de ocio, supongo.
- Recuerde que todo pasa por alguna razón, nada es por que si.
- Tiene razón, joven.
- perdone usted, señor , es usted real ?
- ¡ pero claro que soy real ! , soy tan real como todas palabras existentes en este libro.
- bueno , perdone usted la ignorancia, pero no es muy común hablar con dibujos hoy en día, me juzgarìan de loco.
- lo comprendo, así como a mi me juzgarían ellas de hablar con humanos.
- ¿ellas, quienes?
- no hable tan fuerte, lo podrían escuchar, ¡las señoras palabras! son muy altaneras y vanidosas cuando las leen , lo bueno que fui dibujado en una pagina en blanco, y no tengo su mala compañía.
- me alegro por usted señor, y dígame, cuantos años tiene ?
- aquí el tiempo no existe, ese esa es una invención de los humanos, y yo solo soy un dibujo.
-cierto ;entonces es feliz, verdad ?
- no del todo.
- ¿que le acongoja ?
- verá, las palabras, son como los humanos, cada una es diferente, y cuando se les ignora se vuelven deprimentes y petulantes, y como forman parte de mi mundo y yo del de ellas, pues me preocupa que siempre estén de mal humor.
- lo entiendo, quisiera poder ayudarlo, lamento la situación por la cual esta pasando.
- muchas gracias, si alguien les pusiera atención, seguramente serían felices.
- Tengo que irme, le prometo vendré seguido, a visitarlo, y veré como puede hacer que las palabras dejen de ser ignoradas, trataré de pensar en una solución.
Al día siguiente, fue al ático, a hablar con el hombrecillo de papel :
- He encontrado el lugar ideal para usted y sus amigas.
- Me parece magnifico ; desde ahora , los humanos tendrán un concepto diferente para mi, gracias a usted, gentil jovencito.
- Gracias a usted, por enseñarme que las palabras no deben ser ignoradas, ellas también pueden ser nuestras amigas.
Gerard encontró el lugar perfecto donde las palabras podrían ser escuchadas todo el tiempo, por muchas personas, así estarían felices, y el hombrecillo también lo estaría, su nuevo gran hogar : la biblioteca.
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